En mayor o menor medida. Con intensidad o sutileza. Apoderándose del escenario o siendo secundario. Acompañándote toda la vida o parte de ella. Yendo a tu lado o en tus sombras. Está. Lo sientes. Has aprendido a ocultarlo. A proyectarlo. A enmascararlo tras ideologías, religiones, conspiraciones o teorías abstractas de la Vida. Has creado personajes con tal de no afrontarlo, por no querer conocerlo. Personajes rígidos, fríos, ligeros, amorosos, intelectuales, espirituales, místicos, artísticos, cercanos, distantes, currantes… No importa cual sea, porque todos tienen algo en común.
Lo ves de lejos, y otras veces, lo sientes muy dentro de ti. Incluso te atormenta en tus mejores sueños. Te silba. Te atrapa. Otras tantas veces te hace correr muy lejos. Y también, impide que te corras… Está, y lo sabes. En ocasiones, lo sientes, y no sabes ponerle cara ni nombre. Te suena la sensación. Conoces y reconoces lo que aparece en tu cuerpo. A veces te sorprende apareciendo por otros escenarios. Huyes. Te anestesias para dejar de sentirlo. Te inventas una historia tras otra para no sentarte y mirarlo de frente. Evitas. Mientes. Te desconectas. Miras hacia otro lado. Culpas a ese que va por ahí. O aquella que está a tu lado. Tú no tienes nada que ver. Son las otras personas. Pero tú no. Ella, él… Lxs demás. El dichoso sistema, tu familia, tu pareja/vínculo… Y tú, sigues sin hacerte cargo. La responsabilidad de quien eres brilla por su ausencia. El “problema” esta fuera de ti. No quieres mirar dentro. No. Abruma, ahoga y es desconocido. Lo es tanto, que lo mejor, es vivir en el autoengaño. En una ilusión que tapa la realidad de donde pisan tus pies. Distorsionas lo que ves por creer que es más fácil. Y no… estás sufriendo. ¿No te das cuenta? Tu cuerpo te manda señales una y otra vez. Tu corazón te llama. Tu Alma te espera.
¿De qué estoy hablando? Del Miedo. Quien diga que no siente miedo, miente. Miente conscientemente o desde la inconciencia, no lo identifica. Porque en algún momento de nuestras existencias aparece. Tiene muchas formas y apariencias. Cuando oigo decir, ‘no vivas con Miedo’, solo veo una mentira más. No se trata de vivir sin miedo. Es aprender a vivir con él sin que mande sobre tí, ni lleve las riendas de tu Vida. El miedo no mata. Está hablando de ti, de tu historia. Para algunas personas el Miedo es el director de su orquesta mientras para otras, es el acomodador. La cuestión es, cuando aparece, ¿qué haces con él?
Miedo a la intimidad, a morir/ a la muerte, al rechazo, al abandono, a la enfermedad, a la pobreza, a la discriminación, a la soledad, a la oscuridad, a la humillación, a volar, a ciertos animales o insectos, al mar, a sentir, a envejecer, a perder la libertad, a perder tu poder, a dejar de Ser, a perder tu trabajo, tu casa, tus seres queridxs, a engordar, a la “primera vez”, a follar, a quedarte embarazada, a que te juzguen, a que te condenen, a no ser la madre o padre que esperas, a dejar de sentir, a volverte locx, a que te violen, a que te agredan, a que te roben…
¿A qué más le tienes o has tenido miedo?
Mi gran Miedo es a la locura. Un miedo dentro de otro. O más bien, miedos detrás de otro. Si me vuelvo loca, dejo de Ser en este plano. Muero. Dejo de existir para la gran mayoría de personas. Me rechazarán y me abandonarán. Perderé mi trabajo. Dejaré de sentir y perderé mi libertad. ¿Lo veís? Un miedo te puede encadenar a otro.
Hoy en día, he conseguido hacerme amiga de este miedo. Después de sentirlo tan real, tan a punto de pasar, pude conversar con él y ver lo que me traía. Se fundía mi historia con otras transgeneracionales.
Liberé la energía. Las tensiones se aliviaron. Honré mis ancestras mientras era testigo de una verdad que fue considerada mentira. Lloré y lloré. Respiré hondo y profundo. La supuesta locura se disipó. El miedo empequeñeció… Hoy aún me visita a lo lejos. Y le digo que ya pasó. Ahora es otro tiempo, otro escenario y otro cuerpo. Una conversación desde la amabilidad.
Otro miedo que he podido transitar ha sido a la intimidad. Un miedo enlazado al miedo a sentir, a que me hieran. Si me entregaba a sentir, dolía. No solo se siente lo agradable. Una vez abres la puerta, sientes TODO. Amor y Miedo. Alegría y Dolor. Gozo y Rabia. Placer y Asco. Deseo y Odio. Euforia y Tristeza. Ansiedad y Tranquilidad. Risa y Llanto. Al principio lo que toqué fue más el dolor y lo desagradable. Era un dolor que necesitaba ser visto y liberado. Poco a poco fui profundizando en él. Dejando atrás los personajes acorazados. Derrumbando fachadas para que nadie supiera que, detrás de mis múltiples máscaras, había un Ser sensible, afectuoso y vulnerable dentro de mí. Yo misma lo condené a no ver la luz. Tener intimidad implicaba mostrar este Ser. Un Ser que había sido herida decenas de veces…
Acercarnos al Miedo con Amabilidad y Curiosidad. Con paciencia y no con prisas No querer derribarlo. Reconocerlo y sentirlo. Transformar la visión que tenemos de él.